El despertar del Dragón

Capítulo 2445



Capítulo 2445

Rendimiento

Justo cuando Ronan estaba a punto de rematar a Jaime, una fuerte ráfaga de viento se abalanzó sobre él de la nada.

¡Roar!

Resultó que la bestia demoníaca se había lanzado contra Ronan.

Con un rugido furioso, el león gigante infundió tal terror en el hombre con su poderosa aura que éste se tambaleó varios pasos.

Cuando lo hizo, el león gigante se acercó a Jaime. Lo lamió con la lengua antes de abrir su boca cavernosa.

Al ver eso, Ronan supo que quería devorar a Jaime. Sin embargo, no hizo ningún movimiento para detenerlo, pues lo único que necesitaba era la cabeza del hombre. Sólo con eso podría demostrarle a Winsor el cumplimiento de la misión.

Guardando su espada, se limitó a observar cómo hundía sus dientes en Jaime, ya que éste estaba destinado a morir. No quería enfrentarse solo al león gigante porque no era rival para él cuando ya le habían cortado el brazo.

¡Roar!

En el segundo siguiente, el león gigante pasó su garra por el cuerpo de Jaime. Sin embargo, sus afiladas garras no pudieron penetrar en la piel del hombre.

Entonces, empezó a desgarrarlo con los dientes. Pero, aun así, no pudo atravesar su piel. En ese momento, Jaime era como una roca. El león gigante quería comérselo, pero no podía morderlo.

Al final, miró al hombre inconsciente antes de golpearle la cabeza con la pata.

Cuando su pata estaba a escasos centímetros de la cabeza de Jaime, una luz brillante se manifestó de repente en el pecho del hombre.

Acto seguido, una bola de luz dorada emergió de su cuerpo.

En cuanto apareció la bola de luz dorada, un aura poderosa empezó a impregnar el aire. El león gigante se quedó tan petrificado que retrocedió al instante.

La bola de luz dorada se expandió poco a poco. Al final, empezó a desplegarse con lentitud y se transformó en un fénix que voló en círculos alrededor de Jaime.

La visión del fénix que apareció de la nada hizo que el horror aflorara a los ojos del león gigante. Soltó un rugido aterrorizado y cayó de rodillas al suelo.

Además, mantenía la cabeza baja, como si adorara al fénix.

Cuando Ronan presenció aquella escena, su rostro se mostró conmocionado. No podía comprender por qué un fénix emergía de repente del cuerpo de Jaime.

El fénix lanzó un grito antes de clavarse en la frente de Jaime. Una marca de fénix se manifestó en la frente del hombre. Pero en el siguiente segundo, desapareció en el aire.

Incluso después de que el fénix desapareciera, el león gigante permaneció acobardado en el suelo, con la mirada tan dócil como la de un gato doméstico.

Al ver que el león gigante ya no se atrevía a devorar a Jaime, Ronan desenvainó su espada para eliminar él mismo a Jaime.

Pero en el momento en que dio un paso adelante, el león gigante que al principio yacía inmóvil en el suelo se abalanzó sobre él con la muerte irradiando de sus ojos.

En ese momento, Ronan se apresuró a dar una voltereta hacia atrás y esquivarlo. Por desgracia, se negó a soltarlo, atacándolo de manera salvaje en repetidas ocasiones.

Así, el león gigante se enfrentó a Ronan mientras que la Espada Matadragones luchaba contra Granate.

Jaime, en cambio, permanecía inconsciente en el suelo, inmóvil por completo.

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Tras un gran rugido del león gigante, Ronan no pudo resistir más. El brazo que le quedaba fue mordido por la bestia demoníaca y arrancado de cuajo.

—¡Ahh!

El insoportable dolor que lo inundaba le obligó a soltar un agónico gemido de agonía.

Al escuchar el grito de dolor, Granate se distrajo por un momento. En esa fracción de segundo de falta de atención, su cabeza fue cortada por la Espada Matadragones.

Al mismo tiempo, el león gigante hundió sus dientes en la cabeza de Ronan y se la arrancó de un mordisco, tragándosela entera.

Con el dúo muerto, Jaime estaba a salvo por el momento.

La Espada Matadragones volvió a su cuerpo. Mientras tanto, el león gigante lamió al hombre antes de tomarlo con los dientes y marcharse a la velocidad del rayo.

Poco después de marcharse con Jaime, un grupo de personas se acercó corriendo, tras haber escuchado antes el ensordecedor estruendo.


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