Capítulo 574
Capítulo 574
La viejita claramente aún no sabía nada sobre el asunto de Amelia y como siempre, lo miraba con ojos llenos de esperanza, esperando escuchar alguna noticia de ella.
Manuel, sosteniendo a Elisa, miró preocupado hacia Dorian. Oscar y Petra también estaban a punto de hablar, pero se detuvieron, temerosos de que él pudiera revelar algo y la abuelita no pudiera soportar el golpe..
Dorian les echó un vistazo y se forzó a sonreírle a Elisa: “Ella ha estado de viaje por trabajo recientemente, no ha tenido tiempo para venir a visitarla“.
Manuel, Óscar y Petra parecieron aliviarse visiblemente, sus miradas se dirigieron hacia Elisa.
“Ves, ya te lo dije, Meli está ocupada con su trabajo, no puede escaparse, pero cuando tenga un momento seguro que viene a verte“, le dijo Manuel con voz reconfortante.
Pero la decepción en el rostro de la viejita no podía ocultarse: “Pero hace tanto que no viene a verme, no contesta mis llamadas, ni responde mis mensajes en WhatsApp, ¿será que ya no quiere a su abuelita?”
Ella se entristecia y se culpaba, pensando que siempre estaba molestando a Amelia y por eso ya no quería saber nada
de ella.
Dorian sintió un nudo en la garganta, familiarizado con la sensación de ahogo que empezaba a surgir.
Contuvo la emoción y le dijo a Elisa con voz cálida: “Abuela Elisa, Meli no la ha olvidado, solo está muy ocupada con el trabajo y no ha tenido chance de revisar su teléfono. En cuanto regrese, le diré
que se comunique con usted“.
No podia faltarle al respeto a esa abuela que había reconocido a Amelia como a Amanda de inmediato, cuidando y mimando a su nieta con todo su corazón, tampoco podia dejar que ella malinterpretara a Amelia. This content is © NôvelDrama.Org.
La cara de Elisa se iluminó un poco gracias a sus palabras, pero no pudo evitar preocuparse y le recordó: “Entonces tienes que cuidar bien a Meli, no dejes que se canse demasiado. Y dile que cuide su salud, que descanse bien. Ahora que está haciendo más frío, debe abrigarse bien, no dejes que se resfrie….
“Si,” respondió Dorian interrumpiendo el monólogo de la abuela, sin atreverse a quedarse más tiempo por miedo a que su emoción traicionera levantara sospechas, se apresuró a despedirse, “Abuela, usted descanse, yo ya me voy“. Y asi salió rápidamente.
No fue hasta que volvió al coche que pudo soltar un suspiro profundo y doloroso que habia estado presionando en su pecho.
Yael lo miró preocupado: “¿Sr. Ferrer?”
Dorian le hizo un gesto con la mano, pidiéndole que no siguiera hablando.
“¡Maneja!”
Incluso hablar parecia agotarlo.
Yael asintió y sin atreverse a perder más tiempo, arrancó el motor.
Dorian se sentó en el asiento trasero, presionando su pecho y respirando profundamente, tratando inútilmente de ignorar el dolor que se extendia por su torso.
leh
No había cumplido con ninguna de las recomendaciones que Elisa le había dado para cuidar a Amelia.
No había cuidado bien de ella, no pudo recordarle que se abrigara bien para no resfriarse, y lo peor de todo, en ese clima casi congelado, ella tenía que sumergirse sola en las aguas frías y solitarias del mar.
Héctor siguió a Fabiana hasta el Gran Hotel Paraiso, pero antes de alcanzarla vio cómo se encontraba con Camilo Samper, Carlos y un hombre qué no conocía. Tuvo que detenerse y observar desde la sombra, sin esperar presenciar como Dorian grababa a todo el grupo.
Estaba demasiado lejos para escuchar lo que Dorian les decía, pero la pálida expresión en el rostro de Camilo le dio una idea clara: Dorian estaba planeando un ajuste de cuentas
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Ante esta realidad, Héctor no se atrevió a acercarse, temiendo llamar la atención de Dorian, así que cuando lo vio salir por la puerta del hotel, huyó apresuradamente de vuelta al taxi y le pidió al conductor que lo llevara a casa.
Una vez en casa, Héctor se quedó sumido en un estado de nerviosismo y miedo.
Aunque había buscado a Fabiana impulsivamente por evitarlo en los últimos días, al enfrentarse al riesgo real de ser descubierto, Héctor se dio cuenta de que aún estaba aterrorizado.
Él había pasado la tarde encerrado en casa, bajo esa sombra de miedo, hasta que el ocaso se posó tras las ventanas y el estómago comenzó a rugir con hambre. Solo entonces, sin más remedio y con el ánimo en el suelo, bajó las escaleras, con la intención de buscar algo para comer en el restaurante de la esquina.
Pero justo al salir del edificio, un Porsche Cayenne negro, que le resultaba vagamente familiar, frenó bruscamente delante de él, cortándole el paso.
Héctor levantó la vista sobresaltado.
La ventanilla del copiloto se bajó y el rostro de Yael apareció ante sus ojos.
El corazón de Héctor dio un vuelco, su desconcierto se intensificó, pero aun así logró esbozar una sonrisa forzada y saludó: “Sr. Yael.”
Yael aún mantenía la sonrisa: “Sr. Héctor ¿no ha ido a trabajar hoy?”
“Ah, me he sentido un poco indispuesto, pedí permiso para ir al hospital, respondió Héctor, temblando de miedo, sin entender las intenciones de Yael.
Yael seguia sonriendo amablemente: “¿Y cómo se siente ahora? ¿Mejor?”
*Sí, mucho mejor,” asintió Héctor. “Gracias, Sr. Yael.”
“Por nada.” La sonrisa del asistente era la misma de siempre, pero ya había abierto la puerta del copiloto con un “clack“. “Ya que se siente mejor, resulta que tengo un asunto que tratar con usted.”
Héctor miró a Yael, aterrado.
Yael le indicó el asiento del copiloto: “Suba, Sr. Héctor.”
Héctor no quería subir, pero detrás del Cayenne de Yael se detuvieron dos sedanes negros más.
No sabía quién iba dentro, pero la sola presencia de esos coches lo llenaba de una ansiedad indefinible.
Pero subir al coche era un riesgo.
Dudó, sin moverse, fijando su mirada en Yael.
La ventanilla trasera se bajó lentamente.
El perfil serio de Dorian se asomó ante él
Con un tono desapasionado, lo miró: “¿Acaso el Sr. Héctor piensa esperar a que la policia venga personalmente a resolver esto?”
El color desapareció del rostro de Héctor, que se tornó pálido como la cera.
“Subel”
La voz fria de Dorian no dejaba lugar a dudas.
Sin alternativa, Héctor se armó de valor y subió al coche.
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